En un momento en el que Estados Unidos lidera la lista de unicornios con empresas como Uber, el ecosistema emprendedor español apuesta por el e-commerce sin tiendas físicas para asegurar la perdurabilidad de las empresas en un contexto económico marcado por la excesiva regulación en cuanto a materia fiscal se refiere.
Estados Unidos es el país de los ‘unicornios’ por definición. Uber, Xiaomi y Airbnb capitanean la lista ‘Forbes’ de las startup de los 1.000 millones de dólares. Éstas y otras tantas -entre las que no hay ni una sola compañía española– se han convertido en uno de los principales referentes del sector emprendedor a nivel mundial. Y la verdad es que aunque actualmente la mayoría de empresas que nacen en nuestro país lo hacen desde un punto de vista global y muchas son escalables y bastante apetitosas para los inversores, sus valoraciones siguen siendo muy prudentes. ¿Los motivos? Muchos y de diversa índole. Aunque está claro que para empezar, la densidad del mercado estadounidense, de 300 millones de personas, es incomparable con la del español, de poco más de 46 millones de personas; como tampoco es equiparable el peso que el ‘corporate’ tiene en EEUU que en España. Allí, las grandes compañías compran la innovación de los emprendedores por altas sumas de dinero. Un ejercicio muy saludable para un ecosistema sano.
Nuestro país, en cambio, en cuanto a materia emprendedora se refiere, se caracteriza por unas políticas económicas contrarias al laissez faire, término acuñado por los franceses en el siglo XVIII y que hace referencia al libre mercado, sobre todo desde que Adam Smith popularizara la expresión y la difundiera a nivel internacional como la base del liberalismo económico. En este sentido, el Estado ha ido construyendo un cerco alrededor de la economía, una cierta asfixia fiscal que se ha perpetrado mediante una excesiva regulación, sobre todo en cuanto a pymes y autónomos. De este modo, muchos emprendedores han optado por fundar negocios low cost o empresas que se centren en actividades en las que se puedan reducir al máximo los costes.
De este modo, no nos debe extrañar que los negocios relacionados con el comercio electrónico o también llamado e-commerce se constituyan, actualmente, como una de las opciones empresariales más viables para los valientes que deciden emprender. Y es que la venta on line está creciendo en España a niveles exponenciales, sobre todo en los sectores de la moda, turismo (agencias de viajes y operadores), marketing directo, espectáculos y transporte.
Los emprendedores tienen la posibilidad de crear negocios e-commerce altamente competitivos, implantando el llamado inventario cero, que consiste en no disponer de mercancías almacenadas físicamente, es decir en no tener stock. De este modo, el inventario cero permite reducir costes fijos, como los de alquiler de local, así como optimizar la gestión y simplificar la estructura de la empresa.
En las empresas de este tipo, el modelo de negocio gira alrededor del desarrollo eficiente de un sistema logístico que garantice la entrega del producto al cliente en tiempo y forma, evitando así la rotura del stock. Para lo cual, es igualmente importante organizar coordinadamente la cadena de suministro, de tal manera que el servicio de los proveedores esté sincronizado en el corto plazo.
De este modo, la máxima de la necesidad de la tienda física para asegurar el éxito de las empresas se va diluyendo cada vez más. Es bien sabido que diseñar un plan de marketing global requiere de una estrategia multicanal, que combine tiendas físicas, Internet, smartphones, redes sociales, entre otros. Pero también se ha demostrado que las pymes pueden tener éxito prescindiendo de la tienda física y los costes que supone, hecho que permite invertir ese dinero en la mejora de la logística del e-commerce. En un país como España, caracterizado por la escasez de libertad económica, los modelos de negocio enfocados en el comercio electrónico son ideales para asegurar la perdurabilidad de las empresas, debido, entre otros factores, a la capacidad de los mismos para reducir costes en todas las actividades de la cadena de valor.
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Fuente: Expansión y El Economista.
