Tal y como os contamos en la publicación ¿Cómo financiar una startup? existen múltiples recursos para financiar tu proyecto puesto que como todos sabemos, el proceso para montar una startup es largo y costoso, sobre todo si lo comparamos con la situación que se vive en el resto del mundo. En relación a esto, el estudio Doing Business 2015, elaborado por el Banco Mundial otorgaba a España la posición número 33 en cuanto a facilidades para hacer negocios -en 2014, ocupaba 19 puestos menos, en concreto, el 52 del ranking-, de un total de 189 economías analizadas. Simplificar los trámites, eliminar el capital mínimo para arrancar un negocio o disminuir las tasas municipales necesarias para el comienzo de la actividad empresarial son sólo algunos de los aspectos en los que se debe mejorar.

Inversión de 5.000 euros

Mientras eso sucede, las startups tienen que asumir aproximadamente unos 5.000 euros para poner en marcha su proyecto, entre los gastos por constituir la entidad, registrar la marca o el servicio de notaría. Es por eso que muchos emprendedores acuden a los FFF’s: fools, friends and family -algo así como tontos, amigos y familia-. Un término divertido que engloba a aquellas personas que apostarán por una idea cuando nadie más confíe en ella. «Asumen un gran riesgo porque ofrecen su dinero cuando en ocasiones ni siquiera existe el proyecto, es sólo una idea, y suelen dar entre 1.000 y 10.000 euros», cuenta Iñaki Arrola, director de SeedRocket en Madrid, la primera aceleradora de España fundada en 2008.

No obstante, otra opción es recurrir a organizaciones públicas que ofrezcan financiación a proyectos emprendedores. Es el caso de Enisa – Empresa Nacional de Innovación S.A-, dependiente del Ministerio de Industria, Energía y Turismo, que desde hace más de 30 años lleva a cabo esta función, sobre todo en forma de préstamos participativos, que oscilan entre 25.000 y 1.500.000 euros.

En el caso de la línea de jóvenes emprendedores, la entidad exige que se aporte, como fondos propios, al menos el 50% del dinero que se está solicitando. Por su parte, el CDTI, el Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial, dependiente del Ministerio de Economía y Competitividad, proporciona financiación y apoyo a proyectos de I+D+i y empresas de base tecnológica.

Segunda fase de financiación

Como indica Arrola, una vez que se logra el dinero inicial y se ha arrancado la startup, le toca el turno a las aceleradoras -ayudan a las empresas de reciente creación a crecer de forma rápida y estructurada- e incubadoras -atraen a emprendedores y les aportan ideas y recursos-. Una de las peculariedades de las aceleradoras es que facilitan el proceso para obtener financiación. Normalmente, ponen en contacto a los emprendedores con posibles inversores.

En el caso de SeedRocket, son los mentores los que aportan su propio dinero. «Una vez al año, nos reunimos en Madrid y Barcelona con todas las startups y tenemos tres opciones: no invertir, hacerlo en cifras modestas -20.000 euros- o invertir en cantidades más grandes -150.000 euros-«, explica Arrola. «No obstante, el consejo que le daríamos a cualquier emprendedor sería que no se obsesione por conseguir una alta suma de financiación, sino que se preocupe por lograr fuentes de financiacion fieles», afirma.

Otra alternativa que está sumando cada vez más adeptos es la financiación colectiva. El fenómeno conocido como equity crowdfunding permite a los emprendedores solicitar dinero para un proyecto, transformando a las personas que colaboran en inversores y accionistas de la propia empresa, mientras que el crowfunding únicamente las convierte en mecenas, es decir, reciben algún tipo de recompensa, como productos o servicios determinados.

Inversores tradicionales

No obstante, el gran potencial de crecimiento que presentan las startups también llama la atención de inversores tradicionales. La comunidad Startupxplore ayuda a potenciar este vínculo. En concreto, en su portal se encuentran registradas casi 6.000 compañías de reciente creación y un total de 3.000 inversores -dos tercios de ellos son españoles-. Estos pueden elegir en qué mercados y zonas invertir, así como la cuantía o los requisitos que debe tener la startup.

La cantidad mínima requerida es de 1.000 euros pero, como apunta Javier Megías, consejero delegado de la entidad, se ha llegado a invertir hasta 200.000 euros. En relación a la obsesión por lograr financiación, Megías explica que «aunque el sagrado propósito de cualquier startup es ser comprada por una organización, debemos recordar que esto tendría que ser una consecuencia de su trayectoria y no un objetivo como tal. Su verdadera finalidad debería ser generar valor».

Dentro de esta tercera fase, se encuentra también la figura del business angel, es decir, un inversor que aporta no sólo su dinero, sino también experiencia y contactos. «Para compensar el elevado riesgo y la falta de liquidez, los inversores ángel buscan startups con un alto potencial de crecimiento, escalables y promovidas por un buen equipo emprendedor», revela Luis Ángel Fernández, fundador y consejero delegado de InnoBAN, una red de business angels fundada en 2008 y formada por más de 100 miembros. «Generalmente, las rondas de financiación, tanto en fase semilla como startup, oscilan entre 10.000 euros y un millón, siendo lo más frecuente las rondas entre 25.000 euros y 300.000». Además, en cada vez más ocasiones, estos inversores acuden a las rondas de financiación co-invirtiendo con otros business angels, para así disminuir el riesgo al que se exponen.

Venture capital

Por último, dentro del ámbito de la inversión privada, las entidades de venture capital constituyen la cuarta fase de financiación. Este tipo de capital se traduce en España como capital riesgo o emprendedor y se define como aquella aportación de capital en una startup que se encuentra en una etapa de desarrollo temprana. «Hay fondos de venture capital de distintos tipos: algunos hacen sólo proyectos de biotecnología, de alta tecnología, relacionados con Internet, etc.

Del mismo modo, hay fondos especializados en fases iniciales y otros en los que hablamos de millones de euros», cuenta Javier Ulecia, presidente de la Asociación Española de Capital, Crecimiento e Inversión (Acri), organismo que nace en 1986 y que cuenta actualmente con 150 asociados. Según Ulecia, la fase no es lo más relevante: «hace falta que el equipo esté formado por personas experimentadas, que hayan trabajado en empresas del sector y que planteen una tecnología disruptiva, es decir, que vaya a cambiar la forma de hacer las cosas», reconoce.

Pledge fund

En nuestro caso, Lánzame apuesta por un sistema de Pledge Fund que permite a los Business Angels (inversores privados) de los que hablábamos antes, inviertan en un fondo común. La mecánica sería la siguiente: los Business Angels se comprometen a realizar una inversión sin especificar el horizonte temporal y son ellos mismos quienes deciden qué cantidad invertir en la startup que prefieran. Este sistema nació después de la burbuja de las puntocom, cuando muchos inversores de capital riesgo empezaron a preocuparse por cómo podrían financiar sus inversiones en startups sin poner en riesgo su patrimonio como lo habían hecho hasta entonces. Muchos inversores empezaron a crear “clubes de Business Angels” comprometiendo cierto capital en lugar de invertir en los Venture Capital (VC), como se había hecho hasta los años 90. Este “club” adquirió el nombre de Pledge Fund, cuya traducción podría ser “fondos comprometidos”, y no obligaba a los Business Angels a invertir en las startups que el consejo de administración del VC decidía, sino que ofrecían la potestad al inversor de escoger caso por caso, en qué startup quería invertir. Si estás interesado en esta modalidad de inversión, sólo tienes que ponerte en contacto con nosotros.

Fuente: Artículo parcialmente extraído del periódico El Economista y escrito por Sérvula Bueno el pasado 16/06/2016.