Para empezar a profundizar en el concepto de Cadena de bloques o Blockchain, primero debemos definirlo de manera rápida y sencilla. El blockchain es una base de datos, o un libro de contabilidad virtual, público y mundial distribuido en una red P2P en la que todos los nodos son iguales entre sí dando como resultado un sistema distribuido resistente a ataques informáticos, fallos o falsificaciones.
En la tecnología que ha hecho posible su funcionamiento mediante la criptografía, pueden grabarse de forma anónima frases y operaciones que jamás podrán ser borradas ni modificadas. Un conjunto de información al que se puede acceder de forma gratuita desde cualquier lugar del mundo y sin posibilidad de que ningún Estado las controle o fiscalice.
Según Pablo Fernández Burgueño, abogado y profesor del Programa de Ciberseguridad de Deusto Business School, «este mecanismo bien usado puede servir como registro de la propiedad intelectual o como base de datos de las cuentas del Estado. Pero el mal uso de esta tecnología puede ser terriblemente irreversible». En esta tecnología se basa toda la red bitcoin, la pionera moneda virtual, la más fuerte de las 600 que circulan por internet.
Para entender su funcionamiento, os invitamos a que imaginéis el siguiente escenario: un fichero puede estar en miles de ordenadores duplicado, con la seguridad de que nadie lo puede alterar a traición pero cuando legítimamente se debe alterar algo, en cuestión de segundos, todos se sincronizan. Aunque uno de los miles de ordenadores desapareciese de la red no pasaría nada. Algo que llevaba décadas intentándose alcanzar y en Bitcoin lo ha conseguido su creador, el desconocido Satoshi Nakamoto.
Pero, ¿quién controla que esos apuntes sean verídicos y correctos? Lo hacen unos vigilantes voluntarios de la Blockchain que a cambio de una remuneración económica (pagada en “tokens”) comprueban que, por ejemplo, en una compraventa de un cuadro realizada a través de Blockchain, esa misma pieza de arte no ha sido ya vendida a otro usuario con anterioridad así como que pertenece legítimamente al vendedor. Todo ello puede realizarse dentro lo que se denomina una “prueba de trabajo” -Proof of Work en inglés, un proceso criptográfico que prueba que un ordenador/chip y no otro ha resuelto un problema de forma correcta- por un nodo, que es básicamente un individuo conectado a un ordenador con capacidad suficiente para procesar los problemas matemáticos a los que va intrínsecamente unido el “bloque” de información que trata de anclar al resto de la cadena y por los que recibe esa gratificación mencionada anteriormente una vez resueltos estos.
De esta forma, un inmenso número de “nodos” mineros, físicamente separados los unos de los otros, trabajan de forma consensuada para crear los bloques, y actúan para vigilar y preservar la validez y veracidad de la cadena Blockchain. Así se asegura que la modificación de uno de los bloques, dado el caso, no sirva de nada puesto que para quedar validado en la Blockchain debería hacerse en cada una de las copias de cada uno de los nodos, lo que es prácticamente imposible.
Y es que el Blockchain no solo soporta operaciones como transferencias de Bitcoins y dinero de tráfico “tradicional” (permite la recepción de transferencias económicas en el mismo día, motivo que ha hecho que muchas de las mayores entidades financieras del mundo hayan empezado a utilizar ya programas piloto de Blockchain) sino que, cuando confluye con otros conceptos de reciente creación como las “Smart properties”, el “Big Data” o el “Internet Of Things”, Blockchain es capaz de, entre otras cosas, asegurar la ejecución de contratos programados (llamados Smart Contracts) para, por ejemplo, registrar una operación de préstamo que tuviese como garantía el vehículo del prestatario de forma y manera que, vencido el plazo de pago sin que este hubiese sido satisfecho, la titularidad del mismo pasase de forma automática al prestamista reduciendo así no solo los costes económicos y de registro sino los siempre incómodos problemas de interpretación de determinados contratos, fuente de constante litigiosidad.
En este sentido, Rodrigo García de La Cruz, director de Financial Innovation & Technology en IEB afirma que «las entidades financieras se han dado cuenta del gran potencial que tiene la cadena de bloques y de cómo podría cambiar la forma de hacer banca. Por este motivo se están uniendo para poder utilizar esta tecnología para su propio uso, con el objetivo de convivir con ella en vez de competir contra ella».
Al realizarse todo en lenguaje criptográfico, aunque la Blockchain es pública y accesible a cualquiera, la información de cada operación concreta permanece anónima a ojos de terceros por lo que estamos ante una tecnología que promete seguridad, rapidez y protección de datos. Por eso Goldman Sachs afirma que el Blockchain “lo va a cambiar todo».
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Fuentes: Cristina Carrascosa abogada de ECIJA, Blog Bit2me, Lucía Dorronsoro en el diario ABC Economía.